Pensiones, un desastre
El monto y deuda de la pensiones se han convertido en la más grave carga, insostenible, que lastra las economías del mundo.
La causa son las políticas públicas de retiro sostenidas, idealmente, por las aportaciones de jubilados en sus años laborales. En teoría no tendría por qué existir el adeudo, pero los gobiernos históricamente han gerenciado mal esos fondos y utilizado para salir de las crisis. Especialistas han hablado de la necesidad de elevar la edad de jubilación, 65 años, que se establecieron cuando en México la esperanza de vida era muy inferior a la que se tiene hoy, de 76-78 años, que permitirían subir ese tope a 68 años y dar un espacio a los angustiosos plazos de esas pensiones, además de seguir cotizando.
Así lo ha planteado el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien dijo que se partiría de la consulta a los jubilados que reciben una pensión de miseria con la que no alcanzan el nivel digno de vida que merecen tras toda una vida de trabajar y cotizar.
Cuando ayer le preguntaron al presidente Andrés Manuel López Obrador sobre el tema, lo desechó, no la va a subir durante su presidencia, y se acabó.
Un poco después, Gerardo Esquivel, extraordinario economista, persona y vicegobernador del Banco de México, cercano a López Obrador, publicó que debido a la situación económica, fiscal y demográfica por la que atravesamos, será prácticamente inevitable aumentar la edad de retiro en el país (…) no hacerlo iría en detrimento del monto de las pensiones que recibirán los trabajadores en el futuro, afectando principalmente a las mujeres (no hacerlo) aumentaría la carga fiscal para el gobierno. Y planteó la discusión del aumento de la edad de retiro de los mexicanos.
El planteamiento de Esquivel es impecable, coincide con el de otros economistas y analistas, incluido el secretario de Hacienda Herrera, pero el Presidente ya dijo que no.
Sería más que sano que ambos, Esquivel y Herrera, se lo explicaran, porque podría entenderlo
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